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martes, abril 30, 2024
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Aldo Peña, el primer hombre trans que recibirá su DUI: Desde los cuatro años supe que era varón

Aldo Peña, nació mujer, pero en su desarrollo descubrió que en su interior era un hombre. Desde los cuatro años inició su vida como un varón. Juzgados salvadoreños han reconocido su identidad como hombre, lo que constituye un hecho histórico. En septiembre podrá tramitar su Documento Único de Identidad con la reasignación de sexo y su nombre masculino.

¿Quién es Aldo Peña?

Mi nombre es Aldo Alexander Peña Orellana y actualmente tengo 38 años de edad. Nací en San Salvador y específicamente en Ciudad Delgado en un hogar cristiano. Mi familia de parte de papá son apóstoles y profetas. Mi madre tenía 14 años cuando me tuvo y mi papá era mayor que ella.

Vivíamos en la casa de mi abuela, en una champita, bastante humilde en Ciudad Delgado. Ahí fui creciendo. Soy el mayor de tres hermanos. Recuerdo que nos sentaban a comer en cumbos (recipientes) de latas de leche, con una tabla y ahí comíamos.

Mi padre era alcohólico y creo que el alcohol ha destruido muchos hogares. Para este hombre trans, eso no ha sido diferente, ya que no era como las personas querían que yo fuera. Mis padres se separaron y mi madre luchó dejándonos solos y mi padre no fue muy responsable.

A los siete años tuve que tomar las riendas de la casa y yo tenía el cargo de mis hermanos, cuidarlos, bañarlos y llevarlos a la escuela. Todo lo que tuvo que haber hecho un adulto me tocó a mí.

Ahora sé que yo era un niño trans que no se apegaba a lo que la sociedad te impone. Me decían: esto no lo hagas porque es de niño y haz esto porque es de niño. Nos inyectaban el machismo.

¿A qué edad tus padres evidenciaron que eras una niña diferente?

Aproximadamente a los cuatro a cinco años y yo noté que se dieron cuenta porque empezaron los regaños y empezaron a enfermarme la mente con sus prejuicios. Todo el tiempo estuve apegado a las cosas de varón; incluso, el sentimiento que alguien me gustara: me gustaban las niñas. Los niños eran mis amigos, mis aliados y mis compañeros.

Mis padres comenzaron a prohibirme que me comportara como niño.

Mencionaste que tu familia era religiosa ¿qué papel jugó la religión evangélica en el desarrollo de tu personalidad como un niño trans?

Quizás yo no viví esa etapa tan profunda porque mis padres se separaron. Quizás si ellos hubieran seguido juntos, quizás había sido más fuerte. Estando fuera de ellos y siendo independiente, supe de habladurías, me prohibieron muchas cosas porque eran pecado.

Poco a poco pasaron de los regaños a los golpes por no tener un rol femenino. Toda la vida no tenía que andar corriendo, parecerme a un niño, andar golpeado y raspado de la piel por caídas mientras jugada como un niño.

Yo no quería usar una falda, usar una colita en el cabello, yo quería andar con short, camisetas, tenis y jugando fútbol. Para mí era amargo ir a comprar ropa. Yo no quería ir al sector de niñas sino al sector de los niños. A mi hermana y a mí nos compraban vestidos del mismo diseño, gemelos, y eso no me gustaba.

La gente me regalaba muñecas y mi hermana se quedaba con todo. Yo no quería las muñecas. Cada vez era más fuerte el sometimiento, pero me obligaban a lavar, planchar y hacer oficios, por ser cosas de niña.

Mi mamá comenzó a golpearme por ser muy masculino. Todo se culpaban que yo fuera así, pero eso denotaba la ignorancia que tenían.

Lo que una persona trans lo que necesita es padres que le den fuerza, que lo fortalezcan para aguantar lo que viene afuera cuando me toque ser adulto y salir a la calle. Si los padres no conocen sobre el mundo trans que busquen ayuda, pero no se escondan de la situación.

La adolescencia es una etapa difícil para todas las personas, pero ¿cómo la viviste siendo un hombre trans?

Lo que yo tenía claro es que no me gustaban las faldas, tuve que usarlas en la escuela y bachillerato, pero yo me gané el puesto de ir en pants al colegio, pero el director ya no me decía nada. Siempre llegaba con uniforme de deporte.

Jamás en mi vida hubiera querido ponerme una falda y lo hice porque estaba bajo el dominio de mi madre, pero a la vez, me puse el reto de aguantar hasta los 18 años y de ahí en adelante me haría cargo de mi vida y vestirme como yo quisiera.

¿El sistema educativo estuvo a la altura de un niño trans que no quería ser tratado como una mujer?

Realmente no estaban a la altura, pero yo me ganaba esos lugares de poder acudir con uniforme de física y no con falda. Recuerdo que mi padre me compró una falda como de gamuza, cuadriculada, vueluda y me dijo: acá esta falda y si quiere venir a verme los domingos, tienes que venir con esta falda, si no, no vengas.

Como yo amaba a mi padre me ponía es falda y lo iba a ver, pero ellos ignoraban el daño que me estaban haciendo. No sabían la frustración que había en mí.

¿Cómo fue la etapa de la escuela, tomando en cuenta el bullying que hacer algunos compañeros?

En la escuela habían compañeros que me ponían apodos relacionados a que era una niña muy masculina. Me molestaban porque decían que caminaba como hombre, cuerpo de hombre y por eso comencé a defenderme de malas formas.

¿Golpeaste a algunos de tus compañeros?

Sí, tuve que golpearlos para que me respetaran. No sabía qué hacer: si ir a decirles a mis padres o poner queja en la escuela, aunque ellos me regañaban por como yo era. No importaba quien fuera, yo me iba a defender.

¿En algún momento pensaste en quitarte la vida por el bullying que sufrías?

En ese momento no lo pensaba. Salgo de la escuela  Reino de Holanda en Ciudad Delgado y había una maestra que me encontraba jugando tierra y decía que qué hacía yo ahí siendo una muchachita. Que no entiende que no es varón para estar con los niños.

Cuando llegué al bachillerato, esta profesora era la esposa del director. No duré ni una semana, le llamaron a mi madre y le dijeron que yo no podía estudiar ahí. Me pasaron a un colegio a la par: el Liceo América de Alas. Estando ahí tuve que acatar la orden y usar falda, tacones, porque así van las señoritas ahí. Con el tiempo ya me permitían llegar con pants.

En el segundo año llegan alumnos del colegio anterior llegaron a mi colegio y preguntaron que dónde estaba la “marimacha”. De primero a sexto grado sí sufrí, pero después de eso, ya no. Aprendí a defenderme, pero terminé el bachillerato en opción contador en 2002.

Respecto al suicidio, uno llega al momento en que quiere vivir plenamente, pero yo no quería mis pechos y empecé a fajarme, colocarme vendas, me dolía mucho y prácticamente mis costillas siempre andaban comprimidas.

Yo no quería levantarme y verme al espejo porque tenía pechos, eran chiquitos, pero ahí estaban, al final luché y aguante, no opté por quitarme la vida.

¿Cómo inicia la vida de adulto de Aldo Peña?

Comencé trabajando donde sea. Trabajé haciendo cohetes desde el más pequeño hasta el más grande. Trabajé en un banco y aunque era un buen trabajo, me exigían llegar como las otras chicas, pelo planchado, bien vestidas, con tacones, pero se dieron cuenta de mi situación.

¿Cómo iba a ocultar esa situación?, entonces mejor renuncié, prefería aguantar hambre y no permitir esos abusos.

En el 2008 entré al Cuerpo de Agentes Metropolitanos de San Salvador, tenía aproximadamente 24 años, aún tenía el pelo largo y siempre me atacaban, las miradas, indirectas, habladurías, preguntas tontas que ofenden, la discriminación y hasta el 2011 decidí cortarme el cabello y fue un cambio rotundo.

Posteriormente conocí a una chica de una organización de lesbianas. Toda la vida me dijeron que yo era lesbiana, aunque no con esa palabra; sino, con calificativos despectivos. Yo decía que era hombre y yo me sentía diferente.

Llego a la organización de lesbianas, pero no me identifiqué, no me sentí cómodo. Hablaban de cosas que no me interesaban como hombre. No malo ser lesbiana, pero no era lo mío.

Estas mismas chicas me llevan a una reunión en un hotel de San Salvador y una de las mujeres trans me dijo que no era lesbiana, me dijo que yo era un hombre trans, pero yo no sabía qué era eso.

Desde ese momento, que me dijo que yo era un hombre trans… y desde ahí comencé a conocerme más a mí mismo. En 2014 conozco a otros chicos trans, ya hormonizados, como yo también lo hacía, y formamos una organización HT El Salvador. No teníamos oficinas, nos reuníamos en el Parque Cuscatlán, y poco a poco fueron creciendo.

Ahí aprendí que habían formas para defender mis derechos, ya no sigo ahí, pero cuentan con mi apoyo. Ahí profundice mis conocimientos de lo que era un hombre trans.

En 2015 sufriste una golpiza a manos de policías de Ciudad Delgado ¿Qué pasó en esa ocasión y cómo finalizó este proceso?

HT El Salvador se forma en 2015 y este hecho me sucede el 27 de junio de 2015, después de la marcha gay iba para mi casa con una amiga, que incluso me habían dado permiso en el trabajo para ir a la marcha. Íbamos en un microbús de la ruta 4 con una amiga y el microbusero nos paró bien adelante y la gente se bajó, incluida mi amiga. El conductor me dijo que me bajara también y le dije que no, porque yo había pagado el pasaje. Sin embargo, el conductor se dirigió a una delegación de la policía.

Los tres policías me revisaron, me pidieron el documento de identidad y se burlaban porque en mi DUI aparecía mi nombre de mujer. Me pidieron quitar la camisa y yo no podía porque tenía pechos y no lo haría frente de ellos.

Durante dos años anteriores, los policías me acosaban, insultaban y yo siempre agachaba la cabeza. Yo ya conocía a estos policías. Los policías me dieron una golpiza que casi me mata. Si decís que sos hombre, aguantá como hombre, me decían, mientras un policía pedía que me tocaran mis partes íntimas para que comprobaran que no tenía pene.

Mi amiga apareció atrás del microbús y a ella la retuvieron también y un policía le pegó una cachetada y yo le pedí que no la golpearan. Ella trataba de explicar que yo era un hombre trans y que vieran mis documentos, pero ellos ya sabían perfectamente quien era yo y qué era.

Al final nos capturaron a los dos y nos detuvieron y nos torturaron al interior de la delegación policial de Ciudad Delgado. A mí me dejaron en el suelo esposado y con los pies amarrados con las cintas de mis zapatos y a ella la colgaron de las manos en un balcón y le daban cinchazos por andar con una “marimacha”.

¿Cómo se dieron cuenta las organizaciones sociales de lo que había sucedido?

Nos detuvieron, pero en el microbús iban una pareja trans y un chico gay, quienes avisaron a las organizaciones de lo sucedido. Llegó a la policía una delegada de Derechos Humanos, y otros activistas LGBTI (Lesbianas, Gay, Bisexuales, Transexuales e Intersexuales) como:  Billy Rivera, Karla Avelar, Sebastián Cerritos, William Hernández, entre otros que llegaron a dar acompañamiento. Ahí vi la esperanza que saldríamos vivos de eso, porque no podían matarnos ante la presencia de ellos.

La Policía nos levantó cargos de resistencia y agresión, y que nos llevarían para la delegación de Cuscatancingo, pero la delegada de Derechos Humanos ordenó que me llevaran a un hospital, donde incluso me visitó la exprimera Dama de la República, Vanda Pignato. En el hospital nos cuidaban los mismos que nos habían agredido físicamente.

¿Qué sucedió en los tribunales respecto a este caso con los policías?

La golpiza fue un sábado y el domingo mi madre fue a poner la denuncia junto a Billy Rivera y el hijo de mi amiga que fue golpeada, también presentó la denuncia. De ahí parten los dos procesos; uno en que yo era imputado y otro en que yo era víctima. En el proceso donde yo era el acusado ese fue rápido, pero el juez no nos dejó detenidos, ni a mi amiga ni a mí.

El policía principal que me dio la paliza, se puso como víctima y una mujer que su función era buscar una conciliación, me decía que el miembro de la PNC aceptaba conciliar y que yo le pagara solamente $50 cada uno. La víctima era yo. Yo no accedí a pagarle nada y pedí que el proceso continuara.

Ambos, tanto el policía como nosotros quedamos libres de cargo. En todo esto mi caso contra los policías no avanzaba, por lo que fuimos a decir a la Fiscalía que si no procedían contra los policías, íbamos a demandar a los fiscales y el mismo día presentaron la acusación ante los tribunales.

El juez que me tocó estaba a favor de los policías, él me pedía que conciliara por mis raspones que había sufrido. Incluso, el juez le dijo a mi fiscal que no anduviera defendieron culeros, pero luego me suspendieron varios reconocimientos de personas, pero yo siempre los reconocía, porque hace años me venían acosando.

El policía que me golpeó, el más malo de todos, quedó libre. Firmamos la sentencia en blanco, la fiscal me dijo que firmara, y cuando salió la sentencia ese policía había sido sacado del proceso. Dos policías fueron condenados a 4 años de prisión, pero antes de dos años ya andaban trabajando en Ciudad Delgado.  Otras dos mujeres policías fueron condenadas a tres años de prisión.

Los juzgados salvadoreños han reconocido tu identidad como hombre, con el nombre Aldo Peña. Es la primera vez que esto sucede en El Salvador ¿Cuál fue el proceso para que te reconocieran ese derecho?

Hasta ahorita mi nombre legal siguen siento de mujer, pero no lo voy a mencionar, porque por ese nombre he vivido violencia, discriminación y he estado a punto de perder mi vida. Ese nombre no me identifica.

Mi objetivo por el cual querer modificar mi nombre es porque no me da vida. No me identifica, no es el nombre que me define como hombre, como un ciudadano varón. Ya salió la resolución, pero el trámite se encuentra en la alcaldía de San Salvador y me darán mi partida marginada hasta el 1 de septiembre y ya podré ir a sacar mi Documento Único de Identidad.

Antes de iniciar este proceso yo ya me forjé como Aldo Peña. He vivido siempre como hombre, solo me faltaba identificarme. He estudiado, recibo diplomas, documentos, con el nombre de Aldo Peña, entonces por esa razón, inicié este proceso en marzo 2022 y finalizó el 27 de julio de 2022. Prácticamente en cuatro meses obtuve mi nueva identidad como hombre.

Soy la primera persona trans en lograr un cambio de nombre y soy la primer personas en lograr un cambio de nombre y la reasignación del género, sin tener una reasignación de sexo, es decir, una intervención quirúrgica en mis áreas genitales. Sin embargo, ya me quité los pechos e hice una masculinización de pecho.

Presenté toda la documentación necesaria ante el tribunal y la jueza mandó a realizar varios peritajes, algunos que no deberíamos pasar si el gobierno aprobara una ley de identidad. Me hicieron peritajes: antropológico, victimológico, psiquiátrico, social, psicológico y ginecológico, este último por tener características femeninas.

Todos los peritajes estuvieron bien, pero no me agradó el ginecológico, porque ni siquiera sabían cómo tratar a una persona trans.

¿Por qué escogiste el nombre Aldo?

Cuando yo estaba pequeño, yo vi a un personaje en una película que se llamaba Aldo y me gustó. No recuerdo qué serie o película era, pero me gustó desde ese momento. Alexander, también me gusta. Mis apellidos Peña Orellana se mantendrán, también mi número de DUI, pero sí cambiará la asignación de género.

¿Cuál es tu reflexión sobre este logro histórico de ser el primer hombre trans que obtendrá el reconocimiento de su nombre?

En primer lugar no podemos perder la fe. Yo me considero una persona resilente, puedo estar en suelo, pero tengo la capacidad de levantarme de ahí. Como persona trans he pasado momentos muy bochornosos, a punto de perder mi vida, pero acá estoy.

Todo lo que he vivido ha valido la pena porque yo no desmaye, también le hice frente a la situación. Si yo permito que la gente me ponga el pie en la cabeza y no me levanto, lo seguirán haciendo.

Tengo derechos igual que cualquier otra persona. Si yo vuelvo a nacer, decido volver a ser un hombre trans, siempre. Por todo esto que he vivido aprendí lo fuerte que puedo ser, lo capaz que puedo ser.

Además, que quizás pueda ayudar a otros compañeros y demostrar a ellos que deben tener fortaleza y no perder la fe. Yo sé que Dios me ha dado tanto con este logro y ahora todos los días reflexiono sobre las cosas buenas que me han sucedido.

El haber logrado sobrevivir a esta sociedad salvadoreña discriminadora, marginativa, haber superado la muerte en manos de la policía, vendí estar preso y si todo eso no me ha matado, no lo hará lo demás.

Ya me veo con mi Documento Único de Identidad haciendo los trámites necesarios y estoy preparado para vivir con mi nuevo nombre.

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