Este domingo acuden a las urnas para elegir al sucesor del controvertido presidente Juan Orlando Hernández. Serán unas elecciones llenas de polémicas ya que por las acusaciones de fraude y los señalamientos de supuestos vínculos con narcotráficos de Hernández, que han sido investigados por las autoridades de Estados Unidos.
Las encuestas señalan que la elección se decidirá a dos bandas, entre el candidato del oficialista Partido Nacional, Nasry Asfura, y la líder de Libertad y Refundación, Xiomara Castro.
Según el último sondeo publicado en Octubre en un tercer puesto está el candidato del Partido Liberal, Yani Rosenthal, quien cumplió una condena de tres años en Estados Unidos por lavado de dinero.
Los más de cinco millones de hondureños llamados a las urnas deberán elegir:
- 128 diputados al Congreso
- 20 diputados al Parlamento Centroamericano
- 298 alcaldes
Los hondureños acuden a las urnas en un país polarizado, bajo la permanente sombra del golpe de Estado de 2009 y golpeado con dureza por la pandemia y el azote de los huracanes Eta e Iota. Datos del Banco Mundial muestran que Honduras es el segundo país más pobre del continente, después de Haití: casi la mitad de la población (4,8 millones de personas) vive con menos de 5,50 dólares al día y el 14,8% de los hondureños sobreviven con menos de 1,90 dólares por día. “Las proyecciones sugieren que la proporción de personas que viven por debajo de la línea de pobreza de 5,50 dólares al día podría aumentar al 55,4 por ciento en 2020, lo que resultaría en más de 700.000 nuevos pobres, mientras que la desigualdad aumenta ligeramente”, advierte el organismo.
Mientras, el tamaño de la clase media de Honduras (18%) se encuentra entre los más pequeños de la región. Es, además, uno de los países más violentos de América, con más de 38 homicidios por cada 100.000 habitantes. Al menos 29 asesinatos por motivaciones políticas en el último año ha teñido de sangre la campaña desde que se convocaron las elecciones en septiembre del año pasado, según datos de Naciones Unidas.
La pobreza y la violencia hacen que decenas de miles de hondureños dejen el país en oleadas migrantes para buscar mejores opciones de vida. Además de administrar las estadísticas de pobreza y violencia, quien triunfe en las elecciones del domingo deberá luchar con una de las tasas de corrupción e impunidad más altas del continente, así como intentar poner fin a la violencia contra líderes comunitarios, activistas y periodistas. El otro gran reto es fortalecer las instituciones y mantener la independencia de los poderes.
La oposición ha expresado su preocupación sobre la posibilidad de una manipulación de los resultados de la votación para favorecer al candidato del Partido Nacional, Nasry Asfura. El país ha impulsado importantes reformas del sistema electoral, pero la debilidad de las instituciones hondureñas refuerza los temores de fraude.
“Hay una combinación de factores que aumentan el potencial para que esta elección sea conflictiva”, explica Tiziano Breda, analista para Centroamérica del Crisis Group, un organismo centrado en la resolución de conflictos.
“El primero es que estamos llegando a un proceso con nuevas instituciones electorales, que nunca han manejado una elección. Ha habido atrasos, por ejemplo, en contratar a empresas para la transmisión de resultados”, expone Breda.
Estas nuevas instituciones electorales, agrega, ya no están totalmente controladas por el oficialismo, sino que los tres grandes partidos del país tienen presencia en ellas, lo hace más difícil cometer un fraude en la elección.