Las relaciones entre el gobierno de Daniel Ortega y la jerarquía de la Iglesia católica en Nicaragua atraviesan un momento delicado.
El último capítulo fue el arresto, el pasado viernes, del obispo Rolando Álvarez, la última voz abiertamente crítica con el gobierno del país centroamericano, que actualmente está en reclusión domiciliaria.
Según explicó en un comunicado, la Policía Nacional de Nicaragua acusa al obispo de Matagalpa, de 55 años, de “organizar grupos violentos, incitándolos a ejecutar actos de odio en contra de la población, provocando un ambiente de zozobra y desorden, alterando la paz y la armonía de la comunidad, con el propósito de desestabilizar al Estado de Nicaragua y atacar a las autoridades constitucionales”, cargos que él niega.
Monseñor Álvarez era conocido por denunciar violaciones de derechos humanos del gobierno de Ortega, cuya deriva autoritaria ha sido objeto de críticas de instituciones y organismos internacionales en los últimos años.
Otro obispo crítico con el gobierno, Silvio Báez, se exilió en 2019 después de recibir varias amenazas de muerte.
La relación entre Ortega y la Iglesia
En este contexto, la relación entre el gobierno y la jerarquía católica se encuentra en un punto complicado. “Ortega ha golpeado a la Conferencia Episcopal de Nicaragua en sus dos alfiles principales: al alfil estratega, el obispo Báez, lo exiliaron. Y al alfil organizador, el obispo Álvarez, lo tienen preso”, le dice a BBC Mundo el sociólogo y analista político nicaragüense Oscar René Vargas.
Además, en el último año y medio las autoridades expulsaron del país al nuncio del Vaticano y a 18 monjas de la orden Misioneras de la Caridad, fundada por la Madre Teresa de Calcuta, encarcelaron a siete sacerdotes y clausuraron varias emisoras de radio católicas.
La Iglesia católica ha recibido casi 200 agresiones entre abril de 2018 y mayo de 2022 en Nicaragua, según un informe de la ONG Observatorio Pro Transparencia y Anticorrupción.
El politólogo Manuel Orozco, director del programa de Migración, Remesas y Desarrollo del Diálogo Interamericano, considera que Ortega “siempre ha sido un individuo anticlerical, como se demostró en su persecución a la Iglesia católica en los años 80 durante la revolución sandinista”.
“Como cualquier líder autócrata, todo lo que va en contra del culto a su persona es una amenaza. Y la fe religiosa en Nicaragua predomina por encima de cualquier otro tipo de culto”.
Pese a que ha perdido el monopolio de la fe frente a los pujantes grupos evangélicos, la Iglesia católica sigue siendo la institución más influyente en este país caracterizado por la marcada devoción religiosa de sus 6,6 millones de habitantes.
Así, destaca el politólogo, en la primera década de este siglo Ortega suscribió una “alianza táctica” con las autoridades católicas del país, cuya influencia sobre la sociedad nicaragüense le ayudaría a -o al menos no le impediría- ganar votos en las elecciones de 2007 y posteriores.