Olvidar tiene mala fama. Pensamos que nuestra vida sería más fácil y mejor si tuviéramos más capacidad para retener información. Sin embargo, olvidar es un proceso esencial en nuestro cerebro.
Existen algunos excepcionales casos de personas incapaces de olvidar y, lejos de ser una característica envidiable, estas personas han sufrido todo tipo de problemas. ¿Cómo funciona el proceso del olvido? ¿Y para qué sirve?
A diferencia de los dispositivos actuales, nuestra memoria no es una especie de grabadora de precisión. Recordamos eventos, imágenes, olores, sonidos, información subjetiva y objetiva… La memoria es probablemente la función cerebral de la que más sabemos y, a pesar de eso, es mucho lo que desconocemos. Pero si hay algo que cada vez tienen más claro los investigadores es que el olvido es importantísimo para poder disfrutar de una memoria sana.
A principios del siglo XX, Alexander Luria describió el que probablemente sea uno de los casos más impresionantes de la historia de la neurología. El misterioso paciente “S” era capaz de recordarlo todo. Y cuando decimos todo nos referimos a todo. De hecho, S, que era periodista, no podía olvidar nada. Ni siquiera décadas después de que algo ocurriera. Esto, lejos de ser una bendición provocaba a S una suerte de frustraciones y malestares.
Por ejemplo, no se atrevía a relacionarse con nuevas personas por recordar las malas experiencias pasadas y porque la atención a mínimos detalles le desbordaba. A la hora de tomar decisiones, su mente desbordaba en infinitas posibilidades. Esto se traducía en auténticos bloqueos mentales que le impedían mantener una vida normal.
Una memoria, opinan los expertos, necesita poder olvidar para trabajar con nueva información. Pues la saturación de esta puede ser tan incapacitante como el olvido que provocan algunas y duras patologías. Este parecido tiene una razón esencial que se encuentra en los mecanismos que le permiten a nuestro cerebro generar recuerdos.