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viernes, abril 26, 2024
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Las redes sociales, ese nuevo Far West

Expertos y periodistas se reúnen para analizar el impacto de internet en la convivencia y la democracia

¿A quién me creo? La gran cantidad de emisores de mensajes genera confusión en la audiencia, que debe distinguir de quién puede fiarse, según los expertos (Vertigo3d / Getty)

Un mundo nuevo ha llegado. Las fronteras se expanden y hacen el territorio más global, florecen las oportunidades y los nuevos ricos, al tiempo que estallan profundas injusticias. Hay tiros, resistencias heroicas, forajidos, linchamientos, oro, diversión, indígenas maltratados, lenguaje soez, tahúres que nos hacen apostar, mentiras, mujeres esclavas, fanatismos, cuchillos largos e idealismos… Las emociones están a flor de piel. Las redes sociales pueden ser vistas como un nuevo Lejano Oeste. Pero ¿quién es el sheriff?

Mientras la Unión Europea daba largas, el pasado jueves, a la regulación de las noticias falsas –conminando a Facebook y Twitter a que adopten ellos medidas antes de julio–, un nutrido grupo de profesionales de toda España clausuró ayer en Santander el cuarto congreso de periodismo cultural, que, bajo el lema de El linchamiento digital, se lanzó al “empeño quijotesco”, como lo definió el editor Emiliano Martínez, de la Fundación Santillana, de lanzar una mirada crítica a las redes sociales cuando se cumplen los diez años del fenómeno.

De evaluar “el impacto perverso” del asunto se encargó Basilio Baltasar, organizador del congreso, en su ponencia inicial. “Ya no hay un ciudadano –se lamentó–, ni siquiera un lector, sino un usuario de nuevo cuño: el usuario usado, usado por el artefacto que tiene en las manos, al que está unido biónicamente y que le dice: ‘Mantén inclinada la cabeza, pide lo que quieras’. Ignorante de su condición sumisa, el hombre disfruta sometiéndose a esa servidumbre y va conformando, junto a otros, una multitud bulímica y adictiva”. Baltasar critica “la docilidad de los intelectuales, que celebran esta enajenación que arrebata a la ciudadanía su naturaleza ilustrada”. “Las redes son un canal –prosigue– para la difusión del odio, el instinto inquisitorial, el linchamiento del disidente y el desprestigio orquestado”.

Manuel Arias Maldonado, profesor de Ciencia Política en la Universidad de Málaga y autor de obras como La democracia sentimental o Antropoceno explica: “Hemos pasado de la comunicación de masas vertical –los periódicos, la radio y la televisión– a lo que Manuel Castells llama la ‘autocomunicación de masas’, horizontal, donde cualquiera emite un mensaje”, una “modificación sustancial del espacio público”. “Somos seres profundamente tribales –advierte–, el gregarismo tiene profundas raíces psicobiológicas, y resulta fácil activar esta predisposición”. Un efecto de la sobreabundancia de opiniones es que “cobran protagonismo las que más llaman la atención, con lo que la red es el imperio del exaltado, no del moderado”. La “ausencia de filtros y jerarquías” legitima “formas de debate que antes estaban excluidas por descorteses”. El anonimato, por supuesto, “favorece el insulto”.

Llàtzer Moix, subdirector de La Vanguardia, explicó cómo fue víctima de los insultos en la red “de un sujeto del transversal partido del odio” que también atacó a otro de los ponentes, Lluís Bassets, director adjunto de El País, “quien lo llevó al juzgado y consiguió hacerle retirar los textos y que le indemnizara con 18.000 euros. Yo soy más perezoso y posiblemente menos cívico y opté por ignorarle”, pero se preguntó si “tiene sentido que circulemos por la misma carretera que quien desea atropellarnos”.

Bassets recordó los cambios políticos que cada revolución tecnológica llevó consigo: “La imprenta y la reforma protestante, la prensa escrita y el parlamentarismo, la radio y los totalitarismos, pero también el new deal, la televisión y la guerra de Vietnam o la caída del Muro” para concluir que las redes van ligadas a fenómenos como “Podemos, el procés catalán u Occupy Wall Street”. Para él, existe “la pretensión de liquidar el papel de los medios, la representación, esgrimiendo la utopía de una sociedad que se comunica sin interferencias de sus élites, ni siquiera de sus élites profesionales”. Pero “las revueltas árabes trajeron primero el islamismo y luego a los militares”. “Temíamos –denunció– que el Gran Hermano fuera el Gobierno de EE.UU. y al final resulta que es una empresa privada. Las multinacionales tecnológicas se han apropiado de nuestros datos para explotarlos comercialmente. Son empresas que eluden la fiscalidad europea, nos expropian”.

El sociólogo Miguel del Fresno recordó que “Paul Virilio ya apuntó que toda tecnología tiene su accidente: la aeronáutica trajo aviones estrellados; la energía nuclear, sus fugas y explosiones, e internet no podría existir sin sus propios accidentes”. Se dirigió a un joven del público que había defendido las redes como herramienta revolucionaria: “Yo una vez fui como tú. Pero déjame que te haga una pregunta: ¿tú te crees que poderosos fondos de inversión y las grandes multinacionales están invirtiendo su dinero en esto para que los jóvenes hagáis la revolución? ¿No te parece ingenuo?”. Del Fresno se dirigió también a los periodistas presentes: “Muchos medios han sacrificado su modelo editorial en función de la publicidad y los clics, pero los que sobreviven a la crisis publicitaria son aquellos que han mantenido un modelo de alta calidad como Die Zeit o The New York Times”. El sociólogo propugnó la disidencia digital y pidió a los medios: “¡Sálganse de Facebook, ustedes tienen sus propias audiencias, que se han ganado con su duro trabajo, no se las regalen a esta gente, a estas empresas que se lo están robando todo”.

Mar Abad, de la revista Yorokobu, quitó hierro a los efectos negativos de las redes: “Damos más importancia de la que tiene al troleo, los medios no deberíamos convertir ciertos tuits en noticia”. En la misma línea, Leandro Pérez, de la revista Zenda, dijo: “Nadie envía a sus redactores a los bares a las tres de la madrugada para que apunten todo lo que escuchan con el fin de publicarlo. Allí habría también insultos, calumnias, peleas… pues eso es lo que hacemos cada día con las redes”. Si, para Bassets, “Trump no sería presidente sin la manipulación profesional rusa de 87.000 perfiles de Facebook”, Abad replicó: “Con redes tenemos a Trump, pero sin redes tuvimos a Hitler”.

David Felipe Arranz, del programa de radio El Marcapáginas, reconoció que “para dar noticias, sólo hablamos de lo que han contrastado las agencias de información o los diarios serios, ellos nos sirven para dar por bueno, por ejemplo, que una empleada de limpieza ha retirado una obra de un museo, porque si no, fiándonos de Twitter, no pararíamos de dar noticias falsas”.

Diccionario del nuevo mundo

‘FAKE NEWS’. Las noticias falsas han sido uno de los temas estrella del congreso. Basilio Baltasar las definió como “un magma tóxico deliberadamente fabricado para engañar”.

LINCHAMIENTO. Término proveniente del Salvaje Oeste, Manuel Arias Maldonado describe el linchamiento digital como “aquellas formas de interacción en la red con una clara voluntad agresiva, de acoso”.

DISPERSIÓN. Jesús Ruiz Mantilla desafió al público: “Ninguno de ustedes es capaz de levantarse de la cama, hacerse un plan del día y cumplirlo porque se van a desconcentrar con un montón de chorradas y distracciones en su teléfono. El periodismo es concentración frente a distracción”.

POLÍTICAMENTE CORRECTO. Vivian Murcia, de ElPortalVoz, defendió a contracorriente la corrección política en el lenguaje porque “no entiendo cómo permitimos que se pisotee la dignidad humana y se propague el lenguaje del odio. Debemos rechazar los estereotipos y reclamar para el otro tanto respeto como para mí”.

EL MERCADO DE DATOS. Marta Peirano, autora de El pequeño libro rojo del activista en la red, desgranó en una documentada ponencia cómo funciona el mecanismo profesional de interferir en la opinión pública a través de los ejemplos de las empresas Cambridge Analytica y Palantir, dirigidas por dos amigos de Trump y que “controlan perfiles psicográficos de millones de personas. En concreto, en las elecciones de EE.UU., se dirigieron a entre dos y cinco millones de personas altamente influenciables –lo sabían porque les estaban mirando en las redes–”. Para decepcionar a los ingenuos, mostró detalles de la Internet Research Agency, “una poderosa agencia de trols en San Petersburgo, afín a Putin, que tiene un ejército de cíborgs, millones de cuentas gestionadas por humanos, y enjambres de bots que son dirigidos hacia una campaña particular”.

SARCASMO. Manuel Arias Maldonado y Miguel del Fresno demostraron que en las redes mandan “formas como el sarcasmo o la burla”. En el último debate electoral en España, el 37% de los comentarios de Twitter eran sarcásticos.

CATALUNYA. Sergi Dòria se preguntó por Catalunya sin Twitter: “Puigdemont hubiera convocado elecciones sin el acoso virtual que sufrió, con tuits como el de Gabriel Rufián que lo comparaba con Judas”.

‘BULLYING’ . Del Fresno mostró que “hay apps para odiar a otros, el mercado convierte en negocio el odio, lo monetariza”.

EDUCACIÓN. “A mí en la escuela me enseñaron a escribir cartas –explicó Karina Sáinz Borgo, de Vozpópuli– pero no a tui­tear”. Sintetizaba así la demanda de muchos ponentes de que la educación en la red se adopte en las escuelas.

SUSCEPTIBILIDAD. Se da en las redes un “efecto atosigante” que “conduce a la belicosidad recíproca” y a “la hipersensibilidad, una predisposición extrema a sentirse ofendidos”, en palabras de Arias Maldonado

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