La reubicación de los comerciantes y algunos pobladores ha vuelto a reavivar la pregunta; ¿es la gentrificación una cosa favorable para la economía salvadoreña o solo es beneficioso para un sector?
La respuesta además de ser ambigua, es dura de asimilar. Y es que gentrificar una zona significa movilizar a un sector para el desarrollo de la misma, pero a su vez esto trae como consecuencia que los precios inmobiliaros se disparen. Un punto más que positivo para la economía de la ciudad, pero que afecta el bolsillo de las personas que son parte fundamental de la identidad del lugar.
Realizar una transformación urbanística le brinda un atractivo a los vecindarios como a las zonas que fueron descuidadas durante tanto tiempo. Ahora los consumidores de esto que se creía olvidado, tienen la oportunidad de redescubrir su belleza bajo una perspectiva más turística. Sin embargo, en el recorrido se desplazan no solo a personas de otro nivel económico, también quedan obsoletos sus ideales. Son transformados por medio de nuevos pensamientos.
La otra cara de la gentrificación es que las ganancias son prometedoras cuando los consumidores del mismo lo aceptan. Es en este punto que se llega a un equilibrio entre la economía como a sus nuevos pobladores, e incluso, impacta a todo su entorno con su desarrollo. Y es que se generan nuevos empleos como facilidad de crecimiento social.
Generalmente estos procesos se ven envueltos en discursos llenos de positivismo en pro del desarrollo urbano. Es aquí cuando la economía comienza a dictar nuevos rumbos y junto a ello, el nivel social que antes se acostumbraba a ver, comienza a pagar más monetariamente. La oferta y demanda de nuevos locales que se adecuen a estas concepciones son necesarias. Por lo tanto, ver negocios internacionales no es una idea descabellada. Es simplemente seguir el rumbo de lo que ya se estableció y por consecuencia, se suprime el sabor local que antes acostumbraba a ser la cotidianidad del recinto.
La realidad es que para absorber todas las texturas de una ciudad, se requiere que la diversidad de clases sociales crezca en armonía con precios justos tanto en la tasa inmobiliaria como en la canasta básica. Pese a los esfuerzos de querer dirigir espacios atractivos, las problemáticas se siguen postergando y la economía equitativa sigue generando un gran debate a nivel nacional