Comparado con el año pasado, son 400 mil personas más las que tendrán dificultades para poner un plato de comida en su mesa debido a la crisis generada por la pandemia del covid-19.
Sin embargo, la lluvia de las últimas semanas que anegó los cultivos de numerosas familias rurales, como su único medio de subsistencia, llevará la problemática a una magnitud mayor.
Mientras que en el tercer estadio comienza a haber crisis y las personas experimentan irregularidades en el consumo de alimento, y para poder comer recurren a sus ahorros, créditos, reducción de gastos, cosechar cultivos inmaduros, entre otras medidas. Son 2.5 millones de guatemaltecos que desde ya están en esta condición.
Pero hay otro grupo que la pasa peor, el que se encuentra en la fase cuatro, llamada de emergencia, en la cual están 163 mil personas. Acá la población soporta serios problemas en el consumo de alimento que lleva a niveles elevados de malnutrición y mortalidad.
Lograr mitigar el hambre representa recurrir a estrategias de subsistencia de urgencia y a la venta de activos del hogar o propiedades, trabajar solo por alimentos y a reducir gastos para producción.
Según el análisis, dos de cada diez habitantes de Quiché, Chiquimula, Huehuetenango y Totonicapán enfrentarán la mayor severidad de crisis alimentaria aguda. En estos cuatro departamentos 785 mil 427 pobladores tendrán dificultades para alimentarse.
Quienes están en peor condición son los que generan sus ingresos a través del trabajo jornalero, comercio informal y agricultores de subsistencia. Son grupos que destinan la mayor parte del dinero que obtienen en la compra de alimentos, acá se ubican los pobres extremos en el ámbito rural, que tienen mayor porcentaje de necesidades básicas insatisfechas.
Cambio drástico
El escenario que el CIF plantea para los próximos cinco meses muestra una reducción en la cantidad de personas con crisis alimentaria aguda comparado con el trimestre anterior, es un millón menos, pero esto se debe a que para este período se esperaba una estabilización de precios de los granos básicos, pues la primera cosecha traería mayor disponibilidad de alimentos y la cosecha postrera mejoraría la existencia de productos en los mercados y en los hogares.
También se vislumbraba que el levantar las restricciones impuestas por la emergencia del covid-19 traería la reactivación económica y favorecería la recuperación de empleos, los jornaleros se verían favorecidos ya que a partir de noviembre comienza la demanda de mano de obra en las plantaciones de café, caña de azúcar, cardamomo, entre otras.
Sin embargo, la temporada de intensa lluvia y los desastres ocasionados por las depresiones tropicales -Eta e Iota- dejaron un país lastimado, y comunidades que estaban en la cuerda floja de la crisis alimentaria y tenían la esperanza de mejorar, ahora se encuentran en peor condición.
Maritza Méndez, titular de la Secretaría de Seguridad Alimentaria y Nutricional (Sesán) señala que luego de las depresiones tropicales Eta e Iota, sin duda, habrá más guatemaltecos que estarán en inseguridad alimentaria, pero será necesaria realizar una nueva evaluación para tener un dato certero sobre la cantidad de población impactada.