Brasil planea hundir un portaaviones fuera de servicio que ha sido remolcado por el Atlántico durante meses con el casco dañado, lo que genera críticas de los ambientalistas, quienes dicen que está repleto de materiales tóxicos.
El Ministerio de Marina y Defensa dijo en un comunicado el miércoles que el buque de guerra de seis décadas, el Sao Paulo, sería hundido, luego de intentar en vano encontrar un puerto dispuesto a recibirlo.
“Dada la situación y el creciente riesgo de remolcar (el barco), ante el deterioro de la flotabilidad del casco y la inevitabilidad de un hundimiento espontáneo e incontrolado, no hay más opción que deshacerse de él en un hundimiento planificado y controlado”. decía.
Los ambientalistas criticaron la decisión y dijeron que el portaaviones contiene toneladas de asbesto, metales pesados y otros materiales tóxicos que podrían filtrarse al agua y contaminar la cadena alimentaria marina.
El director de Basel Action Network (BAN), Jim Puckett, acusó a la Marina de Brasil de “negligencia grave”.
“Si proceden a arrojar la embarcación muy tóxica en el desierto del Océano Atlántico, violarán los términos de tres tratados ambientales internacionales”, dijo en un comunicado.
Instó al presidente Luiz Inacio Lula da Silva, quien asumió el cargo el mes pasado y prometió revertir la creciente destrucción ambiental bajo el expresidente de extrema derecha Jair Bolsonaro, a detener de inmediato el “peligroso” plan.
Mientras tanto, el grupo ecologista francés Robin des Bois calificó el barco como un “paquete tóxico de 30.000 toneladas”.
Construido a fines de la década de 1950 en Francia, cuya armada lo navegó durante 37 años como Foch, el portaaviones se ganó un lugar en la historia naval del siglo XX.
Participó en las primeras pruebas nucleares de Francia en el Pacífico en la década de 1960 y en los despliegues en África, Oriente Medio y la ex Yugoslavia desde la década de 1970 hasta la década de 1990.
Brasil compró el portaaviones de 266 metros (873 pies) por 12 millones de dólares en 2000.
Se produjo un incendio a bordo en 2005, lo que aceleró el declive del barco envejecido.
El año pasado, Brasil autorizó a la firma turca Sok Denizcilik a desmantelar el Sao Paulo para obtener chatarra.
Pero en agosto, justo cuando un remolcador estaba a punto de remolcarlo al mar Mediterráneo, las autoridades ambientales turcas bloquearon el plan.
Luego, Brasil devolvió el portaaviones, pero no permitió que ingresara al puerto, citando el “alto riesgo” para el medio ambiente.
La marina dijo que había remolcado el barco a un lugar a 350 kilómetros (215 millas) de la costa brasileña, con aguas de 5.000 metros de profundidad, calificándola como el “área más segura” para la operación.
No dijo cuándo planeaba hundirlo.