Muchas mujeres acuden a tratamientos estéticos para rejuvenecer su rostro. Sin embargo, en muchas ocasiones estos terminan perjudicándolas en lugar de beneficiarlas. Fue así como le pasó a Carol Bryan, una mujer de 54 años que relató su experiencia en el programa The Doctors de CBS.
Su apariencia física era su fuente de ingresos debido a que tenía un hermoso rostro que le abrió las puertas en la industria de la belleza. Carol empezó a modelar a la edad de 16 años. Después de un tiempo se casó y formó una familia.
Hubo quienes le recomendaron a Bryan que, como medida preventiva respecto al envejecimiento, se sometiera a tratamientos estéticos los cuales podrían atentar con su salud (aunque en ese momento no lo vio de esa manera). Fue así, que se dejó llevar por las recomendaciones externas; debido a que quería mantener la juventud de su rostro durante más tiempo.
Ella comenzó a aplicarse botox a partir de los 30 años. Hasta ese momento, estaba conforme con lo que ese tratamiento había hecho por su piel. Sin embargo, en el 2009 notó que su rostro estaba perdiendo volumen; fue entonces, que decidió aplicarse rellenos dérmicos.
Fue ahí cuando la pesadilla comenzó. Semanas después de aplicarse la primera inyección, Bryan notó que su frente comenzaba a hincharse. Esos procedimientos provocaron que su cara se expandiera, se contrajera y distorsionara. Incluso, llegó un momento en el que perdió la visión de un ojo.
“Noté que no era yo. Mi cara se inflamaba y mi frente sobresalía como si fuera un extraterrestre”, dijo a The Doctors.
Una vez que comenzó a experimentar dichos cambios en su rostro, Bryan se negó a salir públicamente ya que los tratamientos de belleza hicieron que su rostro luciera irreconocible; por esa razón, se escondía no solo de la sociedad, sino de sus amigos y familiares.
“Después de cuatro años atemorizantes de aislamiento y dolor emocional y físico, en 2013, mi hija finalmente tuvo suficiente del secreto y me trajo de vuelta al mundo, conseguir ayuda”.
Un amigo y ella se acercaron a varios hospitales alrededor de todo el país pero solo uno tomó el caso.
El doctor Reza Jarrahy, codirector de la Clínica Craneofacial de UCLA del Programa de Transplante Facial de UCLA y profesor Asociado de UCLA.
El médico estuvo totalmente dispuesto a ayudarla no sin antes advertirle que existían cierto tipo de riesgos que hasta él desconocía debido a que nunca se le había presentado un caso igual.
Bryan aceptó la ayuda ya que el médico le inspiró confianza. El profesional dio a conocer el caso de la paciente y solicitó ayuda de algunos de sus colegas para que lo ayudaran en las cirugías requeridas.
Sin embargo, solo una persona estaba preparada para lidiar con un caso de ese tipo, uno de los médicos cirujanos microvasculares más reconocidos del país y un cirujano plástico certificado, el doctor J. Brian Boyd, profesor de cirugía de la Facultad de Medicina David Geffen de la UCLA y jefe de cirugía plástica en Harbor-UCLA Medical Center.
Fue así que los profesionales dieron lo mejor de ellos y realizaron la cirugía, misma que fue muy arriesgada, pero ella tenía plena confianza en que todo saldría bien.
A la paciente se le extirparon todos los músculos y tejidos y parte de hueso. Gran parte de sección de piel se eliminó y se reemplazó con tejido de su espalda. Los médicos nunca habían realizado algo similar y no estaban seguros si la vasculatura sería suficiente para mantener viva la piel trasplantada.
Afortunadamente, ella se encuentra mejor en este momento y está muy agradecida con el equipo de trabajo que hizo posible su recuperación. De no ser por ellos, Carol aún estaría usando pañuelos en su cabeza para sostener la piel de su frente, encerrada sin mostrar su rostro públicamente.
En la actualidad, Bryan hace campañas para evitar que otras mujeres se sometan a ese tipo de tratamientos debido a que corren el riesgo de experimentar su sufrimiento.
“Quiero que esto que me pasó no sea en vano. Trabajaré sin cansancio para que no le pase a nadie más otra vez”, comentó Bryan