La selección de Portugal se clasificó para los octavos de final del Mundial al derrotar este lunes a Uruguay con dos goles de un brillante Bruno Fernandes. El partido fue correspondiente a la segunda jornada del grupo H disputado en el estadio de Lusail.
Bruno Fernandes abrió el marcador en el minuto 54, luego de un centro desde la izquierda que intentó cabecear sin éxito Cristiano Ronaldo; y al minuto 93 firmó el definitivo 2-0 al transformar un penalti -advertido por el VAR- por mano del uruguayo José María Giménez.
Portugal, que había derrotó a Ghana en su primer encuentro 3-2, queda matemáticamente clasificada tras esta victoria a los octavos de final de Qatar 2022.
No daba más de dos pases seguidos Uruguay de medio campo hacia adelante. Sí lo hizo Portugal, al que tanto le dio doblar y hasta triplicar la posesión de su rival a lo largo de varios tramos del partido, porque, entre tanto control, entre tanto pase, le faltó desborde ante la defensa contraria, hasta el segundo tiempo, hasta que Joao Félix remató al lateral de la red y hasta que Bruno Fernandes y Cristiano Ronaldo lo pusieron todo patas arriba. Entre medias, un espontáneo saltó al campo para mostrar al mundo una bandera arcoiris.
A Bruno, con demasiado espacio para perfilarse y proponer el centro desde una esquina del área, con Godín a la expectativa, le corresponde un porcentaje altísimo del gol, porque su envío fue al sitio concreto, entre el descuido de Varela para validar la posición de Cristiano Ronaldo y el fuera de juego que reclamó el resto de la defensa celeste, pero también al mejor goleador de la historia de Portugal, que, como poco, despistó (pareció que la peinó en un primer momento) a Rochet. La FIFA le otorgó a Bruno el 1-0, en el minuto 55.
A nadie le extrañó el gol. No por una cuestión de ocasiones, ni siquiera por un dominio abrumador de Portugal, que nunca fue tal, sino porque Uruguay apareció como un oponente menor hasta entonces, incomprensible cuando la clasificación para las octavos está tan en juego, inapropiado con toda la capacidad que tiene, como demostró en cuanto percibió con absoluta nitidez que la única manera de sobrevivir es lanzándose al ataque.
Entonces sí, Uruguay se elevó a una altura más reconocible, recompuso su ambición (inexistente ante Corea del Sur, inexpresiva durante una hora contra Portugal), alteró el discutible plan que Diego Alonso diseñó para ganar el encuentro y se liberó de toda la opresión táctica por la que circuló desde el principio, tan preparado para el error ajeno, tan obsesionado con el error propio, que el ataque, tan crucial, pasó a un lugar secundario.
Cuando fue una prioridad, cuando de verdad fue a por lo que había venido, era ya demasiado tarde. Ni con Cavani ni con Darwin Núñez. Ni después con Luis Suárez, a punto del 1-1, ni Maxi Gómez, con un derechazo al poste. Ni tampoco con Arrascaeta, frustrado por Diogo Costa, los ejemplos irrebatibles de que si hubiera querido ganar antes todo habría sido posible para Uruguay, que bordea el fiasco en Qatar 2022. O vence a Ghana en la última jornada… O se va para casa. Bruno sentenció de penalti. Él mismo provocó la pena máxima, con un regate delicioso. Y él mismo la transformó: 2-0.