Opinión – Eeileen Romero.
Es innegable que el entorno y las condiciones donde se desarrolla una persona dentro de una
sociedad influye en su formación humana, llamada también personal, y en su formación profesional.
La formación personal está relacionada con la fundamentación y el desarrollo de actitudes y valores
que influyen directamente en el crecimiento personal y social de un individuo.
Como resultado, una persona educada y formada desde la dimensión humana, actúa bajo esquemas
de valores, coherentes, propositivos y personales. Una persona íntegra, reconoce su participación y
su papel en la sociedad, en su institución educativa, en el lugar que trabaja y en su familia; tiene
criterio propio, pensamiento crítico, diversidad cultural; por lo tanto, es una persona en constante
crecimiento.
No obstante, muchos políticos de nuestro país han demostrado muchas veces lo contrario, y esto
puede ser consecuencia de confundir a una persona con formación académica con una persona
íntegra, que además de ser una persona con formación personal, académica y profesional es un
individuo que tiene la habilidad de mantener sus propias convicciones, valores, principios, sin
importar las presiones contraria, incluso si estas provienen del mismo organismo político. La
persona profesional e íntegra tiene autocontrol y no cede a chantajes, sobornos, sobresueldos,
bonificaciones, etcétera.
Como ciudadanos responsables e íntegros debemos de escoger como funcionarios públicos a
aquellas personas que han demostrado a lo largo de su trayectoria profesional y por medio de sus
resultados y competencias sus aptitudes y capacidades para cumplir con excelencia las funciones
del cargo para el que optan. Caso contrario, no elegir (o reelegir) aquellos individuos que terminaron
sucumbiendo a los deseos personales, a la predominancia de sus intereses individuales y que no le
importan las consecuencias de sus acciones en la sociedad y utilizan el engaño y las mentiras como
propuestas en período electorales para alcanzar sus objetivos personales, mintiendo como una
forma de cubrir sus deficiencias e ineptitudes para desempeñar una función pública.
Por eso, nosotros como ciudadanos responsables debemos de proponer y elegir a aquellos
profesionales íntegros que han demostrado sus habilidades y competencias de manera consistente
desde varios años antes de optar a la política, y analizar a aquellos políticos corruptos y mentirosos
con currículos fantasmas y promesas absurdas que solo buscan llegar a beneficiarse del cargo al que
optan.
Necesitamos líderes y representante profesionales e íntegros que, en lugar de ir solo a hablar y gozar
de lujos, lleguen a escuchar y tratar de obtener una concertación entre los diferentes partidos
políticos para llegar a acuerdos en aras de beneficios para la nación; tal como enuncia una frase de
Benjamín Franklin, “solo el hombre íntegro es capaz de confesar sus faltas y reconocer sus errores”
y con eso, asumir con dignidad el cargo como funcionario público.