Los abuelos están cumpliendo un papel en la evolución humana más importante del que nosotros creemos. Además, somos una especie con una longevidad excepcional y con una dependencia más extendida en el tiempo que el resto de animales.
“Cuando hablamos de la selección natural y de que realmente lo que prima a nivel de evolución es favorecer aquellas características que contribuyen al éxito reproductivo de la especie, lo curioso es que somos una especie muy longeva, que vive muchos más años que cualquier otro primate, pero que lo hace a expensas de haber aumentado el periodo en el que no somos fértiles, y a pesar de vivir más años”, subraya en una entrevista con Infosalus la doctora europea en Medicina y Cirugía, , y paleontropóloga, María Martinón-Torres, con motivo de la publicación de ‘Homo impertectus’ (Debate).
Según precisa la también coinvestigadora principal del yacimiento de Atapuerca y directora del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH), el tiempo que dedicamos los humanos a tener hijos es de 25,5 años, un periodo inferior a la media de los homínidos (aproximadamente 29).
"Esto parece un contrasentido de primeras. Sobrevivimos más años, pero no para reproducirnos y tener más hijos. Se ha visto que precisamente en este periodo no fértil vivimos más años para poder contribuir al cuidado de nuestros hijos, al cuidado de los hijos de nuestros hijos, e incluso para cuidar de los hijos de otros", señala.
Esta teoría es la que se recoge en la llamada ‘hipótesis de la abuela’, confeccionada por los antropólogos estadounidenses James O’Conell y Kristen Hawkes, y que subrayaría el beneficio de que en los humanos tenga lugar un cese relativamente temprano de la fertilidad en las mujeres.
“Especialmente en las mujeres de nuestra especie aparece un cuadro que, aunque parece una parte normal de la vida, es una singularidad en un animal, que es la menopausia. En los demás animales, generalmente, la menopausia o cese de la fertilidad femenina se asocia dentro de la senescencia o del envejecimiento del cuerpo, a través de un deterioro progresivo y sincronizado del resto de sistemas, como en el caso de los chimpancés, por ejemplo. Mientras, en el caso de los humanos esto no es así y se ve que esta fertilidad cesa antes, parece un sinsentido, si todavía me quedan más de cuatro décadas para vivir, ¿por qué dejo de ser fértil tan pronto?”, explica.
“Realmente el cese temprano o prematuro de la fertilidad en las mujeres ha contribuido a que haya una fracción de la población que, aunque no se reproduce de forma directa, sí tiene un papel fundamental en garantizar el éxito de la especie a través del cuidado de los hijos, de los nietos, y en muchos casos de otros niños dentro del grupo, un impacto que se prolonga con los adolescentes”, subraya la paleontropóloga.