La polarización que vimos en Venezuela migró con nosotros. Quienes podemos votar, debemos considerar el modo en el que Trump ha tratado a nuestra comunidad, dentro y fuera del país.
Este año voy a votar por primera vez en una elección presidencial de Estados Unidos. Poder registrarme en internet, votar por correo, la votación anticipada… todo es nuevo para mí.
La última vez que voté fue en Caracas, Venezuela, en 2013. Tuve que esperar en la fila durante horas bajo el sol, rodeada de militares armados para poder votar en contra de Nicolás Maduro. Después de colocar la boleta en la caja de votación, salí con el meñique derecho lleno de tinta morada, prueba de que había votado.
Pero me sentía desilusionada. Una marca de tinta no significa nada cuando tu voto no cuenta. El partido del gobierno estaba determinado a hacer lo que fuese necesario para mantenerse en el poder.
Desde entonces, más de cuatro millones de venezolanos han huido del país en medio de una crisis económica y humanitaria provocada por las políticas de Maduro. Yo soy parte de esta nueva ola de inmigrantes latinoamericanos que ahora consideramos a Miami nuestro nuevo hogar. Y los ecos del autoritarismo que he visto en Estados Unidos en los últimos cuatro años me preocupan cada día más: la polarización, los ataques a la prensa, culpar a los inmigrantes por los males del país o sembrar dudas sobre el sistema electoral. Créanme, esta película ya la vi y sé cómo termina.
Hace unos meses me convertí en ciudadana, por lo que ahora soy parte del poco más del tres por ciento de los venezolanos estadounidenses elegibles para votar en Florida, según Equis Research. En este estado crítico para ganar las elecciones, aproximadamente el 26 por ciento de la población es latina y el voto de personas de origen puertorriqueño, cubano, colombiano, venezolano, nicaragüense podría ser decisivo. En 2016, Donald Trump ganó Florida por poco más del 48 por ciento comparado con el 47 por ciento de Hillary Clinton. Si bien Clinton ganó el voto latino en general, aproximadamente la mitad de los votantes cubanos respaldaron a Trump.
Ahora los venezolanos estamos profundamente divididos y preocupados por los resultados de esta elección, no solo por lo que podría significar para nosotros aquí, sino también por las repercusiones en nuestro país de origen.
La realidad es que el gobierno de Barack Obama y Joe Biden no prestó atención al deterioro de la situación en Venezuela. En cambio, Trump cuenta con el apoyo de muchos venezolanos en Estados Unidos en buena medida por las sanciones económicas que ha impuesto al régimen de Maduro. Este año se terminó de ganar el apoyo de una parte de la comunidad venezolana cuando reconoció formalmente al líder opositor Juan Guaidó como presidente interino de Venezuela y lo invitó al discurso del Estado de la Unión.
Ahora, la campaña de Trump está apostando por la retórica antisocialista para atraer a estos votantes. Ha acusado a Biden de ser “ débil con el socialismo” y “ un títere de castro- chavistas”. Las vallas publicitarias a lo largo de las autopistas de Miami dicen: “Vota por Trump 2020. No al socialismo”. Es un mensaje que resuena con muchos venezolanos que todavía estamos traumatizados por el tipo de “socialismo” que representa Maduro.
Las tensiones van más allá de WhatsApp. El 2 de octubre, Erika de la Vega, presentadora de televisión venezolana que está votando por primera vez en Estados Unidos este año, dijo que en un programa de entrevistas, donde comparó a Trump con Chávez. La reacción en redes sociales no se hizo esperar. Mi cuenta de Instagram se llenó de mensajes que decían que ella “no ama a Venezuela”, mientras que otros decían que apoyar a Biden es como apoyar a Maduro.
Carla Bustillos quien emigró a Estados Unidos en 1998 y es vicepresidenta , también ve paralelismos incómodos entre Trump y el régimen en Caracas. “Para los venezolano estadounidenses, tan pronto escuchas a alguien identificar o etiquetar a la prensa como el enemigo, te trae recuerdos de la terrible pesadilla que fue Hugo Chávez”, dijo. Las propuestas de Biden muestran que él está realmente preocupado por la creciente desigualdad, me dijo Bustillos: “Él realmente quiere ofrecerle a la gente la oportunidad del sueño americano, y eso es algo con lo que los venezolano estadounidenses se identifican”.
Biden hizo su primera visita florida como candidato demócrata en septiembre. Argumentó que sería un mejor presidente para los latinos, destacando su compromiso con la reforma migratoria y un nuevo plan para apoyar la economía de Puerto Rico. También ha invertido 23 millones de dólares en comerciales de televisión local.
Quizás el esfuerzo se hizo muy tarde para recuperar el terreno perdido. La campaña de Trump y sus aliados han ido convenciendo a las urbanizaciones que me rodean. Tal como los carteles de Trump-Pence, han surgido pseudoexpertos en política por todas las redes sociales y en medios de comunicación tradicionales, como la radio en español, para difundir una mezcolanza de conspiraciones que vinculan la campaña de Biden con un eje del mal conformado por Cuba, Irán, China, George Soros e incluso Bill Gates.
Los venezolanos que pueden votar en estas elecciones tienen que ver qué hay detrás de la oratoria de Trump y evaluar la forma en la que el presidente ha tratado a nuestra comunidad en Estados Unidos y más allá de las fronteras. Aunque ha dicho Venezuela, aún no ha cumplido. Los senadores republicanos han bloqueado repetidamente la legislación que otorgaría a los venezolanos el Estatus de Protección Temporal, que les permitiría vivir y trabajar legalmente en este país, sin amenaza de deportación.
Desde octubre del año pasado a este marzo, casi la mitad de las solicitudes de asilo presentadas por venezolanos fueron rechazadas, según el centro de investigación de la Universidad de Siracusa. Lo que es más, el gobierno de Trump ha deportado a un número desconocido de refugiados venezolanos a través de terceros países, una posible violación de las leyes y políticas estadounidenses.
Esos son los hechos concretos que deberíamos tener en mente al momento de tomar una decisión en las urnas, no solo una proclamación que hable en contra del comunismo.
El viernes, cerca de la hora del almuerzo, llegué a mi centro votación en el complejo del museo Vizcaya de Miami. La música de reguetón se escuchaba desde los carros que llegaban al estacionamiento; y los voluntarios nos animaban con alegría. Mientras esperaba en la fila para emitir mi voto, reflexioné sobre qué candidato ha ayudado más a mi comunidad tanto en la diáspora como en Venezuela.
Cuando finalmente llegó mi turno, la supervisora verificó mis datos y gritó: “¡Tenemos una primeriza!”. Me invadió una profunda emoción cuando me puse la calcomanía de “Yo voté”. Después de emprender un camino difícil en el exilio, ese momento representó la esperanza de un nuevo comienzo. En una elección en la que todo parece estar en juego, es un recordatorio de cuán frágil es la democracia y el privilegio que significa poder votar.
Por News York Times.