A la edad de 17 años, Ruth Lazar renunció a todo lo que había conocido hasta entonces en su vida —su novio, salir con sus amigos y la perspectiva de formar una familia un día— para convertirse en monja y dedicarle su tiempo a Dios.
La hermana Ruth ha estado viviendo en la abadía de St. Gertrud, en Kloster-Alexanderdorf, a una hora de la región meridional de Berlín, desde 1983. Como directora de relaciones públicas, ella es la cara del monasterio: habla con la prensa local y da la bienvenida a los huéspedes interesados en la historia de la abadía o en las labores que desempeña su orden. Visité a la hermana Ruth para averiguar qué se necesita para ser monja. Ella me dijo que es mucho más trabajo de lo que parece y explicó por qué es muy poco probable que termine en el infierno.
Depende de tu definición de “pecado”. ¿Soy una glotona si me como dos barras de chocolate? Espero que no, porque ya me comí tres hoy. En mi opinión, pecar es tomar una decisión deliberada para hacer lo incorrecto. Los pecados veniales, como comer demasiados dulces o beber cerveza, están bien. Dios no es tan estricto.
Envidia, probablemente. Hace tiempo me permitieron ser parte de dos cursos espirituales, pero quería participar en un tercero. Me molestó cuando a otra hermana le dieron permiso para entrar a un tercer curso, pero a mí no. Sentí mucha envidia por mucho tiempo. Afortunadamente, una de las mejores cosas de la Iglesia católica es nuestra creencia en la confesión. Si verdaderamente te arrepientes de algo, un sacerdote puede perdonarte en el nombre de Dios y limpiar inmediatamente tus pecados.
Creo que cuando morimos, todos recibimos una oportunidad para conocer a Dios y pedir su perdón; incluso Adolf Hitler. Si vamos al cielo o al infierno dependerá de qué tan arrepentidos estemos realmente. Me gustaría creer que ante la presencia de Dios, incluso personas como Hitler se darán cuenta de verdad del peso inconcebible de lo que han hecho y se arrepentirán. Podría ser el caso que, en algún punto, me encuentre sentada en una banca junto a Hitler en el cielo.
Dejé de extrañar mi vida de antes hace mucho tiempo. Sin embargo, en aquel entonces no fue fácil —tenía novio y una vida social emocionante—. Pero, por alguna razón, no fue suficiente para mí. Me di cuenta de que necesitaba dedicar a Dios más de mi vida, y el monasterio fue el lugar perfecto para hacerlo.
La Iglesia católica tiene una postura clara sobre este tema, y nosotros nos apegamos a ello. No realizamos ningún tipo de boda gay o bendición pública. El Estado está decidió que los matrimonios entre homosexuales sean legales, pero para mí el matrimonio es un vínculo entre un hombre y una mujer.
Definitivamente estoy feliz con la decisión que tomé. Como sea, ya tengo 57 años, y por lo mismo la idea de tener hijos queda fuera de la ecuación. Lo que mucha gente no entiende es que la vida sin una pareja no significa una vida sin intimidad. Vivimos en el monasterio porque tenemos una relación cercana con Dios. Las canciones de amor muchas veces funcionan como oraciones. Como cristiana, no necesito cantarle a alguien cuando puedo cantarle a Dios.