Un sorbo basta para cautivar el paladar de cualquier persona que pruebe las bebidas elaboradas por Karl Candell y volverse adicto a ellas.
10 años de experiencia en coctelería, más de 100 tragos de actor, de la misma manera más de un centenar de eventos con Ron Flor de Caña, han logrado que la prestigiosa empresa lo postule como Embajador de Marca.
La pasión, constancia, sacrificio, y sudor en la camiseta lo han llevado hasta ese lugar.
Todo inició en el año 1999, siendo sólo un niño; visitaba con frecuencia un bar del cual un amigo de su padre era dueño. Estaba cautivado con la elaboración de las diferentes bebidas que se hacían en el lugar. El amigo de su padre gentilmente le daba trabajo de limpiar mesas y barras cuando Karl tenía vacaciones de la escuela. “Lo mío no eran clases de verano, era trabajo” afirma mientras ríe.
Las reglas de su padre para permitirle trabajar eran que no debía abandonar sus estudios. Nunca existió razón que justificara una ausencia escolar.
Con el pasar de los años, descubría su amor por la elaboración de bebidas, la creatividad fluía entre sabores y cubos de hielo que se combinaban entre sí logrando grandes creaciones. Tanto era el amor por su trabajo que no le importaba tener un salario abajo del mínimo, que apenas y le alcanzaba para salir con algunos gastos, pero su fin era trabajar en lo que verdaderamente le apasionaba.
En esa etapa alguien le ofreció mejores oportunidades de trabajo.
“Tienes que tener un papel que te ampare” le dijo esa persona, refiriéndose a un título que, precisamente lo definiera como bartener. Por fortuna para Candell, una institución gubernamental ofrecía diplomados en el oficio de manera gratuita, por lo que sin mediar palabras se inscribió. Y aunque la promesa de trabajo finalmente no se cumplió, el adquir conocimientos técnicos fue nutritivo para él, sumado a eso, conoció la carrera de gastronomía, por la cual se apasionó, pero tenía un gran impedimento: su situación económica.
Ni el bolsillo de Candell, ni el de su padre alcanzaban para cubrir la inversión de $45 mensuales para lograr obtener sus estudios en gastronomía. En medio de la desilusión, su madre se convirtió en la luz al final del túnel al ofrecerle pagar los estudios que él deseaba. Y fue así como inició a formarse como técnico en gastronomía.
Una jornada dura, estudiando desde las 7 de la mañana hasta las 5 de la tarde y luego trabajando hasta las 2 de la madrugada máximo.
Con mucha nostalgia recuerda una época de evaluaciones; debía preparar un platillo capaz de convencer a sus docentes, y necesitaba 15 dólares con los que no contaba. La tristeza, frustración e impotencia embargó su corazón al darse cuenta que no podía defender su proyecto por falta de economía.
De pronto, como obra divina alguien le llama para ofrecerle un trabajo de lavar vasos los sábados y domingos en un bar, el pago era de 15 dólares diarios, nuevamente una luz al final del túnel, un sueño con un paso más a hacerse realidad. No era casualidad lo que estaba pasando, inmediatamente aceptó el trabajo, su jornada ahora incluía trabajar sábados y domingos, con la ilusión de alcanzar la meta de ser un bartender profesional.
De lavar vasos, pasó a servidor de bartenders, y así una escala de ascensos que logró con sus capacidades y dedicación a cada reto que le asignaron. La historia abarca muchos años de sacrificio.
Posteriormente una agencia lo contrató para hacer degustaciones en supermercados, el éxito fue tanto, que la marca Ron Botrán optó por ofrecerle la contratación directa. Este era un éxito más para Karl, quien dedicó 5 años a dar lo mejor de sí en la empresa que estaba muy a gusto con el arte hecho bebidas del bartender, tanto así, que le dieron el cargo de administrar toda la distribuidora, es decir todas las marcas de licor de una sola empresa, en la cual implementó bebidas no alcohólicas, y bebidas para niños hechas con base en helados, dulces, entre otros. Una creación que nadie quería dejar de probar.
En ese tiempo, la llegada de la pandemia pareció ser un balde de agua fría, pero los sueños que se estaban persiguiendo fueron mucho más fuertes. Los bares se cerraron, ya no había tragos en los establecimientos hasta altas horas de la noche, la gente estaba encerrada, por lo que se tuvo que acomodar a la nueva realidad e implementó la venta de bebidas embotelladas a través de delivery lo cual fue un éxito total. El momento que para muchos fue una quiebra; se convirtió en una gran oportunidad para Karl quien siendo el Embajador de Marca de Ron Flor de Caña enseña a amar los sueños, mostrar al mundo la marca que se le ha sido asignada y dejar ver los beneficios, su historia. Pero sobre todo a no rendirse, a trabajar duro para lograr las metas hasta lograrlo. Porque en la vida, nada es imposible.