Los científicos están investigando por qué ocurre esto, ya que podría ser clave en la lucha contra la pandemia.
Un equipo de científicos aboga por ampliar la investigación sobre la vulnerabilidad del SARS-CoV-2 a la luz solar luego tras haber detectado una discrepancia entre la teoría más reciente sobre esta cuestión y los resultados experimentales.
Según las conclusiones de su estudio, la luz solar inactiva el coronavirus ocho veces más rápido en experimentos de lo que pronostica el modelo teórico.
“La teoría asume que la inactivación funciona haciendo que los rayos UVB golpeen el ARN del virus y lo dañen”, explicó Luzzatto-Fegiz, pero la discrepancia sugiere que está sucediendo algo más que eso, y averiguar qué es puede ser útil para controlar el virus.
El equipo comparó los datos de un estudio realizado en julio de 2020 sobre la inactivación rápida del SARS-CoV-2 por luz solar en un entorno de laboratorio con una teoría sobre la inactivación del virus por radiación solar publicada un mes antes. Los experimentos demostraron que los tiempos de inactivación del virus son de entre unos 10 y 20 minutos, mucho más rápido de lo que predice el modelo teórico.
“La teoría asume que la inactivación funciona haciendo que los rayos UVB golpeen el ARN del virus y lo dañen”, explica Paolo Luzzatto-Fegiz, ingeniero mecánico de la Universidad de California en Santa Bárbara (UCSB) y autor principal del nuevo análisis, publicado en The Journal of Infectious Diseases. Sin embargo, a partir de las discrepancias descubiertas, el equipo de investigación considera que la inactivación del ARN por los rayos UVB “podría no ser toda la historia”, pudiendo estar implicado un mecanismo adicional.
En particular, según Luzzato-Fegiz y sus colegas, junto con la inactivación del ARN por los UVB, podría actuar otro componente menos energético de la luz solar, los rayos UVA, con un papel más activo de lo que se pensaba.
En este sentido, Luzzato-Fegiz argumenta que, aunque se cree que la radiación UVA “no tiene mucho efecto”, podría estar interactuando con algunas de las moléculas intermedias, que, a su vez, podrían acelerar la inactivación del virus.
“Los científicos aún no saben qué está pasando”, admite Luzzatto-Fegiz, para añadir que su análisis apunta a la necesidad de hacer experimentos adicionales “para probar por separado los efectos de longitudes de onda de luz específicas y composición del medio”.
¿Nuevas formas de manejar el virus?
Los resultados de estos experimentos podrían proporcionar pistas sobre nuevas formas de manejar el virus mediante radiación UVA y UVB, ampliamente disponible y accesible.
El coautor de la investigación y profesor de ingeniería mecánica de UCSB, Yangying Zhu, detalla que la posibilidad de que los rayos UVA sean capaces de inactivar el virus podría ser muy ventajosa, pues actualmente hay bombillas LED económicas ampliamente disponibles que son mucho más potentes que la luz solar natural, lo que podría acelerar los tiempos de inactivación.
Los rayos UVA podrían potencialmente usarse de forma mucho más amplia para reforzar los sistemas de filtración de aire con un riesgo relativamente bajo para la salud humana, especialmente en entornos de alto riesgo, como hospitales y transporte público, enfatiza Fernando Temprano-Coleto, otro coautor del estudio, si bien matiza que los detalles de cada entorno merecen consideración.
Tipos de luces
Pero no toda la luz ultravioleta es igual. Las ondas UV más largas, llamadas UVA, no tienen suficiente energía para causar problemas. Son las ondas UVB de rango medio en la luz solar las principales responsables de matar microbios y poner nuestras propias células en riesgo por el daño solar.
“La luz solar natural puede ser eficaz como desinfectante para materiales no porosos contaminados”
En julio de 2020, un estudio experimental probó los efectos de la luz ultravioleta sobre el SARS-CoV-2 en saliva simulada. Registraron que el virus se inactivó cuando se expuso a la luz solar simulada durante entre 10 y 20 minutos.
Luzzatto-Feigiz y su equipo compararon esos resultados con una teoría sobre cómo la luz solar logró esto, que se publicó solo un mes después, y vieron que sus cálculos no cuadraban.
Este estudio encontró que el virus SARS-CoV-2 era tres veces más sensible a los rayos UV de la luz solar que la gripe A, y el 90% de las partículas del coronavirus se inactivaban después de solo media hora de exposición a la luz solar del mediodía en verano. En comparación, en invierno, las partículas infecciosas ligeras podrían permanecer intactas durante días.
Los cálculos ambientales realizados por un equipo independiente de investigadores concluyeron que las moléculas de ARN del virus están siendo fotoquímicamente dañadas directamente por los rayos de luz.
Esto se logra de manera más potente con longitudes de onda de luz más cortas, como UVC y UVB. Como UVC no llega a la superficie de la Tierra, basaron sus cálculos de exposición a la luz ambiental en la parte UVB de onda media del espectro UV.
“La inactivación observada experimentalmente en la saliva simulada es más de ocho veces más rápida de lo que se hubiera esperado de la teoría”, escribieron Luzzatto-Feigiz y sus colegas. “Así que los científicos aún no saben lo que está pasando”, dijo el investigador principal.
Principal hipótesis
Los investigadores sospechan que es posible que en lugar de afectar el ARN directamente, los rayos UVA de onda larga puedan estar interactuando con moléculas en el medio de prueba (saliva simulada) de una manera que acelera la inactivación del virus.
Algo similar se observa en el tratamiento de aguas residuales, donde los rayos UVA reaccionan con otras sustancias para crear moléculas que dañan los virus.
Si se pueden aprovechar los rayos UVA para combatir el SARS-CoV-2, las fuentes de luz específicas de longitud de onda económicas y energéticamente eficientes podrían ser útiles para aumentar los sistemas de filtración de aire con un riesgo relativamente bajo para la salud humana.
“Nuestro análisis apunta a la necesidad de experimentos adicionales para probar por separado los efectos de longitudes de onda de luz específicas y composición del medio”, concluye Luzzatto-Fegiz.