El 7 de junio de 1917, una erupción volcánica sacudió la ciudad de San Salvador, marcando una de las noches más trágicas de su historia reciente. La erupción, que ocurrió durante la festividad de Corpus Christi, fue precedida por una serie de terremotos que impactaron municipios cercanos como Sonsonate y La Libertad.

La erupción, la última registrada en el volcán Boquerón, dejó devastación a su paso, con miles de casas destruidas y alrededor de 1,050 personas fallecidas en la capital salvadoreña. El flujo de lava alcanzó hasta 7 kilómetros, llegando a la carretera entre Quezaltepeque y Sitio del Niño.

Aunque han pasado más de un siglo desde aquel evento, la memoria de la tragedia persiste en la conciencia colectiva de los salvadoreños. Sin embargo, recientemente, el volcán ha generado preocupaciones debido a reportes de emanaciones de gases en sus faldas.

A pesar de esto, las autoridades de Medio Ambiente y Recursos Naturales han asegurado que las fumarolas no representan una amenaza significativa en este momento, y mantienen un monitoreo constante del volcán mediante una red de estaciones sísmicas y cámaras de monitoreo.